Este martes, a los 89 años, falleció el expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica, en Montevideo. La noticia, que fue confirmada por allegados al exmandatario y ratificada por el actual presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, generó diversas reacciones en el ámbito político, que lo identificaban como un referente ético, político y humanista en América Latina.
Mujica fue una figura especial para la izquierda latinoamericana. Con una vida simple, sus críticas al consumismo o las reformas sociales que impulsó el mundo lo recordará como un “revolucionario tranquilo”.
El “presidente más pobre del mundo”, mote que ganó por su austeridad, reveló a principios de este año que el cáncer de esófago que le fue diagnosticado en mayo de 2024 se extendió y que su cuerpo no soportaba más tratamientos.
El domingo, luego de visitar a Mujica, el presidente uruguayo Yamandú Orsi pidió respeto para la intimidad del exguerrillero.
“Todos debemos aportar a que en todas nuestras etapas de la vida la dignidad sea la clave, no hay que enloquecerlo, hay que dejarlo tranquilo”, pidió Orsi.
Mientras fue mandatario, Mujica evitó mudarse a la mansión presidencial como acostumbran hacer los jefes de Estado alrededor del planeta.
En cambio, permaneció junto a su esposa, la política y exguerrillera Lucía Topolansky, en la modesta casa de ambos en las afueras de Montevideo, sin servicio doméstico y con escasa seguridad. Nunca tuvieron hijos.
“Dicen que yo soy el presidente pobre. No, yo no soy presidente pobre”, dijo en alguna ocasión. “Pobres son los que quieren más, los que no les alcanza nada”, añadió. “Esos son pobres, porque se meten en una carrera infinita. Entonces no les va a dar el tiempo de la vida ni nada”.
Él se mostraba sorprendido con tanta fama.
“¿Qué es lo que le llama la atención al mundo? ¿Que vivo con poca cosa, una casa simple, que ando en un autito viejo? ¿Esas son las novedades? Entonces este mundo está loco porque le sorprende lo normal”, reflexionó antes de dejar la presidencia.
También indicaba que su forma de gobernar estaba en sintonía con las tradiciones republicanas y liberales que Uruguay cultivó desde comienzos del siglo XX.
El auge de su figura coincidió con un desencanto con los políticos tradicionales en muchos países y un vacío que Mujica ocupó parcialmente en la izquierda de América Latina, tras la muerte de Chávez y los escándalos de corrupción que salpicaron a Lula.
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