El adiós histórico al Papa Francisco

Roma vivió este sábado una de las jornadas más conmovedoras de su historia reciente. Cerca de 500.000 personas sumando quienes asistieron al funeral en la Plaza de San Pedro y quienes se agolparon a lo largo de los 6 kilómetros del cortejo fúnebre, salieron a despedir al Papa Francisco, fallecido este lunes a los 88 años.

Desde primeras horas de la madrugada largas filas de fieles atascaban los accesos al Vaticano. Bajo un cielo despejado y en medio de estrictas medidas de seguridad, la Ciudad Eterna ha sido testigo de una movilización masiva y ordenada que paralizó el tráfico habitual de Roma y tiñó las calles de banderas, flores y rezos.

Durante la misa, el cardenal Battista Re recordó la misión de Francisco como guía de una iglesia que él consideraba como un “hospital de campaña”, siempre preparado al lado de la batalla para dar servicio a los necesitados. A la “cultura del descarte”, Francisco imponía la cultura de la fraternidad y la misericordia, ya que aseguraba que “ninguno se salva solo”, ha añadido.

Sus palabras y el recuerdo de la insistencia de Jorge Bergoglio por alcanzar una paz que parece hoy más lejana que nunca arrancaron aplausos entre la multitud, congregada en un respetuoso silencio bajo el sol de Roma desde varias horas antes.

El féretro abandonó la plaza de San Pedro poco después del mediodía y se trasladó en el papamóvil, acompañado por un pequeño cortejo fúnebre, hacia la basílica, donde fue inhumado en una ceremonia fuera de las cámaras. El ataúd del papa viajó en un vehículo abierto, para que los fieles que se congregaron en el recorrido, en las calles de Roma, pudieran ver el féretro a su paso y despedirse del pontífice.

Tras 30 minutos de trayecto, la sepultura llegó al nicho de la nave lateral de la basílica liberiana, entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza, donde se colocó después del canto de cuatro salmos y cinco intercesiones.

Más que nunca, se puede hablar de que su funeral fue una representación del mundo, con dignatarios de más de 160 países. Así, bajo una losa de mármol de Liguria, la tierra de sus orígenes italianos, descansa el primer papa latinoamericano de la historia, para crear el sentimiento compartido de una iglesia que pertenece a todos.