El escenario para la última batalla por un boleto al Mundial de 2026 ya tiene nombre y, para Bolivia, también tiene una altitud significativa. Contrario a la planificación inicial de centralizar los partidos en México, el sorteo del repechaje intercontinental definió que la llave de Bolivia se dispute en Guadalajara, una ciudad que se alza a 1.566 metros sobre el nivel del mar, un dato que no pasa desapercibido para la selección altiplánica.
La Verde, que históricamente ha forjado su fortaleza en la altura de La Paz, encontrará en el Estadio Akron de Guadalajara un aliado geográfico inesperado. Este moderno coliseo, con capacidad para cerca de 50,000 aficionados y sede del Club Guadalajara, será el terreno donde Bolivia enfrente a Surinam en semifinales. Un triunfo ante el combinado surinamés le daría el pase a una final contra Irak, que aguarda con ventaja de ranking, en ese mismo campo.
Mientras la esperanza boliviana se jugará en la relativa altura de Guadalajara, la otra llave del repechaje tendrá como sede el imponente Estadio BBVA en Monterrey, una ciudad situada a 540 metros. Allí, Jamaica, Nueva Caledonia y la República Democrática del Congo lucharán por la única plaza restante.
Esta definición de sedes añade una capa estratégica crucial para Bolivia, que busca poner fin a una sequía mundialista de 32 años. La experiencia de jugar a más de mil quinientos metros de altura podría ser el factor diferencial que La Verde necesita para reconectar con la Copa del Mundo, reviviendo el espíritu de su última clasificación exitosa en 1994.

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